CRÓNICAS EXILIADAS – MÉRIDA fuera de casa 22/23

Por Francisco Sanz Poveda.

El XXIV de septiembre de MMXXII se presentaban las cohortes salmantinas en el estadio Romano dispuestas a dar un giro radical a la difícil campaña militar en la que se encuentran inmersos. A pesar de los resultados de las últimas batallas, la tropa desembarcó animosa en la soleada mañana de Emérita Augusta. Las tabernas cercanas al estadio veían como caían con alegría las jarras de cerveza fresca. En la cantina “La Muralla” las tapitas de calamares fritos se mezclaban con platitos de aceitunas aliñadas y la Salmanticae legionis, comandada por el centurión Andrés, pronosticaba, entre jarra y jarra, una victoria rotunda en la arena. La única preocupación parecía ser la logística para entregarle a nuestro antiguo legionario Luis Acosta el trofeo merecidamente ganado el año pasado.

Con la moral por las nubes algunos expedicionarios aprovechan para hacer visita turística en la ciudad. El teatro y el anfiteatro se llenan de estandartes unionistas y el jolgorio va subiendo de tono mientras se acerca la hora de la verdad. Regla básica de la previa a la batalla: no se puede pelear con el estómago vacío. Dicho y hecho, en los aledaños del Museo Nacional de Arte Romano “La vía de la Tapa”, “La Casona” o “Serendipity” acogen a las animosas huestes salmantinas. Las migas extremeñas se mezclan con el secreto ibérico, las croquetas caseras y el vino de pitarra. Llegan las copas y los cánticos de la afición resuenan en la Viam Musicorum.

Pero la hora de la verdad se acerca, los guerreros afilan el pilum, blanden el gladius y en un improvisado corteo se dirigen a las gradas del estadio Romano. Por fin y tras arduas gestiones del Pretor Manu Prieto, el prestigioso trofeo “Exiliados” entra también al campo y Andrés respira tranquilo. Llega la tropa y las vejigas aprietan, los pisteros se agolpan ante los numerosos aseos del estadio como miserables que no hubieran visto nunca un váter de Roca en su casa. El clima aprieta y el sol recalienta los cascos de la milicia, menos mal que nuestros amigos emeritenses han tenido la gentileza de poner cantina para calmar la sed. Precios sensatos, que tome nota el senador Florentino que 15 días antes había esquilmado los bolsillos de la expedición Unionista.

Alea jacta est, no va más, los gladiadores saltan a la arena, Casañ les arenga como hiciera Máximo Décimo Meridio: “Lo que hacemos en vida tiene su eco en la eternidad”.

En los primeros compases de la contienda ya se percibe desde la cávea que hoy no se va a asistir a una epopeya deportiva digna de ser contada por Virgilio. Ligero dominio local pero poco juego y nulo peligro en las áreas. No parece que haya mucha sed de sangre entre los contendientes. Sin embargo, en plenas maniobras de tanteo comienzan las bajas entre los gladiadores, el primero es Iván Chapela en el 16. El de Gades parece sufrir de problemas musculares y tiene que ser sustituido por Ramón Blázquez. “Que mala suerte” se cuchichea en la grada. Llega el 23, brazos en alto y bufandas al frente recuerdan a la Unión, esta vez no se olvida cantar el himno como el día del filial del Alcorcón. Un tiro lejano de Meléndez despejado por Salva es de lo poco inquietante que ofrecen los de casa. Y acto seguido otra baja entre los luchadores salmantinos, ahora es Mawi que es sustituido por Losada. Los cuñados fisioterapeutas de la grada indican que su afección parece ser más grave. Desesperación e incredulidad entre los blanquinegros hoy vestidos de mostaza. A pesar de las dificultades, Ramón Blázquez tiene la mejor oportunidad del primer tiempo para acercarse al ansiado gol. Un par de tarjetitas de regalo cortesía del hombre de negro y termina el primer acto.

Las huestes unionistas huyen despavoridas de las gradas del Romano a la búsqueda de una sombra misericordiosa y un cigarrito de incognito. Y cuando todo parece que ya no puede empeorar llegan más malas noticias: “dicen por el grupo que Blázquez también está lesionado”. En fin, carpe diem y paciencia.

Arranca la segunda parte y en el minuto 52 por fin una buena noticia, aquellos que despotricaban de Don Salvador tienen que envainarse el gladium, paradón magistral en un mano a mano sobre Larrubia. A partir de ahí el equipo se crece y empieza a dominar las hostilidades. No es un dominio abrumador pero da la sensación de que si alguien se va a llevar los 3 puntos son los salmantinos. Avanzan los minutos y se acerca el final, los gladiadores no se andan con chiquitas, ya no hay golpes de tanteo, cada envite busca el golpe mortal que tumbe al rival. Llega el minuto 74 y entra en concierto el primer violín del equipo, peinada de Carlitos sobre el desmarque de Losada que lo hace todo bien, pero se trastabilla en el remate y la pelota sale rozando el palo. Manos a la cabeza en la grada, aunque rápidamente otra vez en guardia porque de nuevo el gran capitán saca la varita mágica, atraviesa de lado a lado todo el frente del campo de batalla sorteando rivales y regala un balón perfecto a la banda de Juampa Barros para que con la zurda dibuje un centrito perfecto que Beneit remata a la izquierda de Montoya. Golazo. En el momento idóneo y en el sitio perfecto. La grada Unionista se viene abajo y se abraza con los gladiadores ensangrentados. Esto está finiquitado, con el rival herido de muerte ya nada nos separa de la victoria.

Pero como en los buenos péplum de Hollywood aún queda emoción y un último acto de infarto antes del desenlace. Otra vez la retaguardia tiembla y parece que la victoria les aterroriza. Un centro al área es recibido sin oposición por el delantero rival que le deja en bandeja el empate a su compañero. Menos mal que hoy es el día de San Salvador que despeja el cuero con una palomita para la foto.

Podía haber sido esta la salvación de los 3 puntos, pero no, de nuevo un centro lateral asoma por la banda derecha y allí pilla al personal como las vacas mirando al tren. Carlos Cinta remata a placer y pone el empate en el marcador. Lo que hace 10 minutos nos parecía imposible ha ocurrido, de nuevo el equipo se deja empatar un combate que estaba ganado.

En medio de la desgracia surge el certero cabezazo de Losada que se va al palo de la portería emeritense, pero no puede ser y la batalla termina finalmente en tablas. Los gladiadores supervivientes de la masacre se lamentan con los brazos en jarras y en las gradas del Romano la afición Unionista una vez más se crece en la adversidad y reclama a sus hombres para entonar el “sí se puede…”.

El vomitorio recoge a los hinchas cariacontecidos que una vez más ven como en el último momento se les arrebata la victoria que tanto merecen. El trofeo sí se lo lleva nuestro viejo gladiador Luis Acosta.

Unos minutos para la meditación y todos a las cuadrigas, carretera y manta, vuelta a los cuarteles del barrio de San José. En el camino Key parece tocado y no ve el final del túnel. Ya nos venían los gurús avisando desde marzo y nosotros haciendo caso omiso a las advertencias. ¿Será este el año de la derrota final? ¿Por fin el lapicero volverá a twitter…?

El derrotismo solo dura lo que tardan en aparecer las ganas de mear. Una paradita en Hervás, unos bocatas de lomo, unas risas con viejas batallitas de abuelos cuarentones y Quevedo, Bizarrap y Rosalia hacen el resto. Los gladiadores ya están de nuevo listos para la lucha. El sábado en el Reina nos espera el asalto definitivo y después de la victoria podremos canturrear aliviados por fin el “ahora somos libres” de Lisa Gerrard.

Roma no se hizo en un día.

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