O camiño da esperanza
6/11/2023
No son muchas las ocasiones para ver a Unionistas cerca de Asturias. Sin duda, Ferrol y A Coruña, junto con León, están marcadas en el calendario de este exiliado astur para hacerse dos o tres horitas de coche, en pos de ver al mejor equipo del mundo sobre el verde de un estadio.
La mañana empezaba soleada en Gijón, e iluminaba, ingenuo de mí, lo que a la postre iba a ser una de las tardes más calurosas futbolísticamente hablando en lo que va de año.
Cuando uno coge el coche en solitario y se embarca en un viaje de ida y vuelta en el día hasta A Malata, lo hace con el maletero cargado de esperanza e ilusión, pero siendo realista de que el reto de sacar algo positivo, ante uno de los mejores equipos de la categoría y en su casa donde gana todo, va a estar necesitado de un conjuro maléfico sobre el rival. Así es que inicias el camino con ilusión de disfrutar, pasar una buena tarde y tal vez… tal vez… ¿Por qué no?
Y es que el mundo está escaso de soñadores, no en Unionistas, donde cada fin de semana, sea donde sea, hay una representación de utópicos aficionados que viajan para dar aliento a su equipo, ávidos de esperanza por verlos ganar y pasar un rato disfrutando de lo que les gusta, ¡y que no falten!
«Paradiña» después de hora y media en terras galegas, en O rei de las tartas, una foto con la banderita de exiliados ¡y al Ferrol!
Llego al campo sobre las cuatro cuando los parkings que rodean al estadio aún están libres, ¡bien por mí! No es la afición del Ferrol muy puntual para acudir al encuentro, en eso se parecen a nosotros.
Reconozco que, cuando viajo solo, poseo un alerta sensorial de vigilancia que se activa en territorio desconocido, y que se puso en modo “on” nada más poner un pie en tierra. Los mensajes cruzados con el rival en redes sociales el año pasado por la polémica de la nieve, y las dedicatorias “ferrolanas”, nada amables, de la última semana, me hacían ser cauto y caminar con sigilo entre los escasos seguidores locales presentes a esa hora. Busqué en los alrededores alguna cara conocida con la que intercambiar unas palabras “unionísticas”, y tal vez, sentirme un poco menos solitario. Y ahí estaba el gran Peter, ¡cómo no! No lo conocía a penas, pero no iba a dejar pasar la oportunidad de cruzar un saludo con un tipo tan singular. Hablamos del viaje, de los charros que habría presentes y de lo difícil futbolísticamente que se presentaba la tarde.
Ya en el campo, la emoción crecía. No éramos muchos, pero entre 10 y 15 jóvenes animaban el cotarro, seguramente ayudados por algún brebaje propio de meigas que encontraron en alguna taberna o camiño A Malata… ¡Y que bien que le vinieron sus gargantas al equipo! Porque no dejaron de animar ni un solo segundo. Habría otras 20 o 30 personas seguidoras más mayores, en la zona más alta, resguardándose del orvallo, que llaman por aquí a esa lluvia que parece que no es, pero es, y te cala hasta lo más profundo de los huesos si te descuidas en una tarde fría norteña, también animando lo que podían.
Sobre el desarrollo del encuentro, poco que añadir que no haya visto ya cualquier seguidor que se precie. El gol de Demi, debido a nuestra posición en el Gol Norte del estadio, pudimos verlo perfectamente, increíble, donde mandó ese balón prácticamente sin ángulo, ¡Se nos escuchó a los 50 en todo el Ferrol cantarlo! Y el himno en el 23 también, ¡qué no falte nunca!
Descanso, cafetito caliente (por llamarlo de alguna forma), y unas palabras más con el inglés, mientras fumábamos a escondidas un cigarrín: ¿Qué? ¿Aguantamos?, difícil, difícil…, ¿firmamos el empate?, ¡por supuesto! (No dudamos en aseverar los dos, incrédulos de lo que iba a suceder allí…).
En la segunda parte, agarrados a esa esperanza que nunca debe faltar en cualquier seguidor Unionista, pero, siendo honestos con el mal fario que hemos tenido este año en los instantes finales, puedo asegurar que no hubo un solo seguidor charro que no diera hasta su último aliento animando. Aprovechando para cargar su fe en cada respiro que el rival nos permitía. Puede que fuéramos pocos, puede que los jugadores apenas nos oyeran, pero, ¿hay alguna forma mejor de pasar esos últimos e interminables minutos de nervios y emoción, que una afición cantando unida para retener tan preciado tesoro? No lo creo.
Así, tras una interesante y angustiosa segunda parte, el conjuro o maleficio echado sobre los delanteros del Ferrol esa tarde, se mantenía inquebrantable. Y más, tras esa doble ocasión que fallaron en el añadido del encuentro. Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas…
El pitido final arrancó los gritos de alegría e incredulidad por la gesta conseguida y por fin pudimos respirar hondo. Esos momentos de éxtasis, chocas la mano y te abrazas con los desconocidos celebrando un resultado de un partido de 1ª RFEF como si hubieras ganado un Mundial. ¡PASIÓN!
Victoria ante un gran equipo en su casa, que no tuvo la mejor tarde y donde hicimos un trabajado partido y supimos jugarles aprovechando nuestros recursos para llevarnos, una vez más, un triunfo. Un partido donde la esperanza se hizo realidad.
PD: como anécdota, después del saludo, nos acercamos a chocar la mano a los jugadores y el gran Nespral se acercó al ver mi bandera de Exiliados con la pequeña banderita asturiana (tierra de procedencia del intratable mediocentro) y tras unas breves palabras de elogio y admiración, cuál fan enloquecido, sobre el partido que se había marcado… terminamos nuestra breve charla con la pregunta inevitable si vives en Asturias, ¿del Sporting o del Oviedo? A lo que contundentemente, y antes de que yo pudiera contestarle, me exclamó ¡¡de Unionistas!!
Pablo Poveda